Bosques de piedra de Pampachiri - Andahuaylas



Las piedras, aunque elementos inactivos de la naturaleza, son idóneos de crear paisajes únicos que te dejan sin aliento. Imponentes y silenciosas se alzan caprichosas formando los gloriosos bosques de piedras que podemos encontrar en distintas partes de nuestro país. Al igual que Cumbemayo en Cajamarca o Huallay en Pasco, el departamento de Apurímac también tiene un divino atractivo rocoso. Se trata del bosque de piedras de Pampachiri, el cual se originó hace tres millones de años por la acopio del material volcánico en la zona.

Las formaciones cónicas se elevan 10 metros creando un paisaje extraordinario. El viento y la lluvia las han erosionado a lo largo de los años dándoles distintas siluetas. Si quieres algo más de aventura, desde ahí puedes iniciar la caminata hasta la laguna de Roqrosqa a una hora y media. El bosque está a una hora del pueblo de Pampachiri, ubicado a tres horas de la ciudad de Andahuaylas. Desde Lima la ruta es mucho más larga pero llena de aventuras y hermosos lugares que visitar, como nos cuenta Maud Gurunlian en el nuevo video de Buen Viaje.



Hasta allá son 14 horas de viaje a través de la carretera interoceánica. En la ruta hay dos paradas imperdibles: un mirador para apreciar de cerca las Líneas de Nazca y la Reserva de Pampa Galeras donde puedes tomar fotografías de las vicuñas protegidas que viven ahí.


En medio de la ladera, hago una primera parada para visitar lo que creía que era el bosque piedras, al cual se le conoce como “La casa de los pitufos”, que es una formación rocosa que se asemeja a esas casitas en forma de hongo de una serie televisiva; pero como dice el pitufo Chipana, que así se identifica el hombre que sale a recibirme, este sitio es conocido como Ayamach’ay (La cueva de los muertos).



La tarde llega a su cenit, los últimos rayos brillan y opacan la lente de mi cámara. Habría que describir mucho, pero la prisa: a lo mucho me deja tomar algunas fotos a contraluz, percibir las ovejas y alpacas que pastan alrededor, los perros que juegan en la pampa, los niños que desde el interior de sus cabañas entran y salen, el humo que exhala los fogones que preparan la merienda de la tarde, la mezcla de modernidad y tradición que se describe entre las propiedades de los únicos habitantes de este celaje que extienden la mano pidiendo una propina antes de retirarme.



Seguimos escalando montaña arriba, con la emoción al tope y la adrenalina invadiendo cada rincón de mis venas, a través de esa pequeña trocha que ya describí y por el que solo un experto conductor puede seguir. Vamos esquivando piedras, huecos, badenes. Es un todo indescriptible.
Ya cuando la tarde amenazaba con cubrir con su manto negro estos parajes, me quedo solo en medio de la pampa y el frío, con apenas tiempo para percibir las piedras inmóviles del “Bosque de piedras” del cerro Pancula. Avanzo por en medio de la pampa con dirección al Sur, hasta la colinas que rodean el bosque de piedras desde donde se ve el impresionante paisaje que comienza a vestirse de negro. Pero no hubo mejor hora para estar aquí, los últimos rayos del sol colorean los cientos de rocas que permanecen inmóviles en sus lugares. Es un panorama increíble, un paisaje irreal solo percibido en nuestra imaginación. Las rocas labradas por el tiempo, la lluvia, el sol, el frío del ande, y el viento cubren una extensión de aproximadamente de 60 hectáreas.



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